domingo, 23 de octubre de 2011

LO QUE ETA (NO) DEJARÁ


El fin de ETA o, al menos, la declaración de que no volverá a la lucha armada, trajo alegría a un país deprimido por la crisis. Aunque el terrorismo etarra, por su endeblez de los últimos años, no fuese más visto con la preocupación de ataño, la sola existencia de la banda terrorista seguía siendo una mancha en la democracia española.

Sería de esperarse que toda clase política y mediática de España se regocijara con la capitulación práctica de ETA. Sería de esperarse si España fuera un país en que el terrorismo no fuera un arma proselitista.

El PP, sus satélite mediáticos y AVT están en la primera línea del rechazo a la celebración sobre el fin de ETA – aunque no todos del partido de la gaviota hayan querido ser aguafiestas, con el líder del partido, Mariano Rajoy, a la cabeza de los que sí valoran lo anunciado por ETA.

El discurso agorero, tal vez para no querer dar réditos al gobierno del PSOE, es que no se puede confiar en ETA y que mientras ésta no se disuelva totalmente la sociedad no podrá estar tranquila.

No ven, o no quieren ver, lo trascendental e inédito que significó las palabras “cese definitivo de la actividad armada” por parte de ETA el último jueves. Principalmente porque no nace de generación espontánea. Fue gestado durante años, en conferencias, reuniones públicas o privadas y entrevistas. En el entorno de ETA ya nadie soportaba o creía viable la alternativa terrorista para luchar por la independencia del País Vasco.

ETA ya no podrá hacer nada. Tiene pocos miembros y apoyo. Tácitamente ha tirado la toalla – solo no puede admitirlo expresamente. Su única preocupación es cómo será la liberación de sus presos.

El fin de ETA es benéfico para todos que tienen aprecio por la democracia. Quizá no convenga tanto a los que usaban a ETA para quitar legitimidad a los partidos independentistas y nacionalistas vascos. Ahora ya no podrán más mezclarlos con los terroristas.

Tampoco el terrorismo podrá más ser usado como política electoral. Ahora que el miedo a ello estará enterrado por completo, jamás se verán editoriales y discursos políticos denunciando supuestas tibiezas de gobiernos en su política antiterrorista.

El fin de ETA, por tanto, además de significar el fin de las muertes de inocentes por un grupo de fanáticos, también traerá más normalidad y menos tremendismo al funcionamiento de la vida política y mediática vasca y española.

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