miércoles, 31 de julio de 2013

PACTO TÁCITO DE FIDELIDAD

Si hay algo característico en las parejas – al menos en su gran mayoría – es el compromiso de que cada componente no tenga relaciones carnales con otras personas. Este acuerdo, entretanto, casi nunca es expreso. Se da por descontado que la fidelidad es una obligación inherente a un noviazgo o a un matrimonio.

Pero, ¿será que el pacto tácito de fidelidad de una pareja es mejor o peor para la felicidad de las personas? ¿Constituye esta un valor de veras imprescindible para el sostenimiento y la armonía de una pareja?

Obviamente que para quienes tengan una visión religiosa del mundo la fidelidad siempre será, al menos en la teoría, importante. Pues sus valores están supeditados a una fuerza mayor y suprema, dios, que impone reglas que deben ser obedecidas. Entre las cuales se encuentra el deber de fidelidad entre hombres y mujeres.

Y para los que no tengan religión o aunque teniendo alguna filiación religiosa no la ejercen, ¿será la fidelidad tan fundamental? De parte de la gran mayoría de la gente, la respuesta ciertamente será un sí.

El motivo por el cual se considera tan importante la fidelidad adviene en mucho de la costumbre (en parte fruto de sociedades, aunque secularizadas, aún influenciadas por valores religiosos); de la supuesta tranquilidad que la fidelidad genera para la manutención de la pareja; y de la idea de posesión que se tiene de la pareja.

Cuando hablo de costumbre hablo de algo que las personas repiten o están de acuerdo casi por osmosis, sin ni siquiera pensar el motivo por el cual lo están, o por vergüenza de la reprobación moral de parte de las demás personas. Sobre tranquilidad, hablo de una especie de barrera, la que supondría el impedimento de relaciones carnales con otro, para que no haya un riesgo de ruptura de la pareja. Y cuando hablo de idea de posesión hablo de un imaginario rozando el egoísmo que significa querer que la pareja, en términos carnales, sea solo suya.

Estos tres factores pueden existir de modo aislado. Pero, en general, confluyen juntos. Uno justificando el otro, de modo inconsciente para la mayoría de las personas.

Hoy día, pese a que uno no se identifique con los valores de la fidelidad, aún es muy difícil abdicarla. Imaginen un hombre o una mujer proponiendo a su pareja una relación liberal, en que haya la posibilidad de relación carnal con otras personas. Solo el hecho de proponer esto podría generar una gran desconfianza de la pareja.

Particularmente, creo que la fidelidad más perjudica que beneficia una relación sentimental. Pienso que, incluso, estas durarían más si las personas tuviesen una relación relajada a respecto de la posibilidad de que su pareja tenga sexo con otros.

Primero porque la fidelidad puede acarrear aburrimiento, el de estar siempre atrapado a la pareja en términos coitales. Poder tener sexo con otras personas podría hacer con que no disminuyesen las ganas de mantener la relación con la persona con quien haya más identificación sentimental. Segundo porque las desconfianzas que tanto dañan a muchas de las relaciones no tendrían motivo para existir, no habiendo el miedo a la traición sexual – sin pacto de fidelidad no hay traición sexual.

A pesar de que la ideología de la fidelidad sea muy fuerte, el continúo avance de las mentalidades permitirá, en un futuro, distante o no, poner el pacto tácito de fidelidad en jaque. Seguramente, cuando esto ocurra, las personas serán más felices.