lunes, 25 de julio de 2011

UN PAÍS, UNA SELECCIÓN, UNA FELICIDAD





Quizá sea una coincidencia, quizá sea una consecuencia, el hecho es que hace muchas décadas que el fútbol de Uruguay y la economía del paisito no están tan parejas por lo positivo como en la actualidad.

Desde 2005, el PIB de Uruguay ha crecido a un promedio anual de 7%. La pobreza, que se extendía a cerca de 30% de la gente en ese periodo, hoy es de 20%. El desempleo, que en 2005 atingía a 13% de la población, hoy es un drama para solo el 6%.

Hablando de fútbol, desde 2005 si exceptuamos la ausencia de la Celeste en el Mundial de 2006 en todas las demás competiciones de este periodo hasta aquí Uruguay ha tenido una participación de buena para excelente: semifinalista en la Copa América de 2007 (solo siendo eliminado en los penales para el campeón Brasil); semifinalista del Mundial de 2010 después de cuatro décadas y, ahora, tras 16 años de sequía de conquistas, campeón de la Copa América de 2011.

Fuera la selección principal, el desempeño oriental a nivel de selecciones inferiores y de clubes también luce cada vez más. Uruguay hoy está clasificado para los Juegos Olímpicos – cosa que no ocurría desde 1928 – se ha sagrado hace poco tiempo subcampeón en el Mundial sub-17 y está clasificado para el Mundial sub-20. En el ámbito de clubes, Peñarol sorprendió a Sudamérica - contando con mucha suerte, es verdad - llegando a la final de la Copa Libertadores, después de 23 años sin que un equipo oriental llegase a la final de la Libertadores.

Muchos economistas dicen que el vigor de la economía uruguaya corre serios riesgos con el debilitamiento e incertezas de las economías centrales (Europa y EEUU), que podrá traer incómodos coletazos para los tildados países emergentes.

Así como también se pronostica que la selección uruguaya ha llegado, con la conquista de la Copa América, a su límite. Que esta generación, que tiene un promedio de edad cerca de los 30, no daría para más gloria.

Tal vez, las dos previsiones sean correctas. Entretanto hoy los uruguayos miran con firmeza a su alrededor. Los logros socioeconómicos de los últimos años están sembrando condiciones para el país superar los flagelos típicos de una nación sudamericana, aunque haya un largo camino a recurrir.

Las cosas en el fútbol, claro, son mucho más volátiles. El azar es un condicionante muy fuerte. No siempre, principalmente en un país tan chico como Uruguay, surgirá un grupo de jugadores que tenga, más allá de la ineludible raza, talento para hincar la bandera oriental en los puestos más altos. Además, el balompié uruguayo tiene mucho que evolucionar a nivel organizativo, donde muchas cosas suelen estar pendiente de un hilo. Pero al menos ahora el presente es de demasiado regocijo para pensar en los entredichos.

Uruguay, un país caracterizado por la nostalgia y la melancolía, hoy es sinónimo de alegría y esperanza: que duren mucho tiempo.