sábado, 30 de abril de 2011

ANACRONISMO REAL


Pocas cosas son tan arcaicas en el mundo como la institución monarquía. Pero, peor que su falta de sentido es como los medios tratan la escenificación de sus actos.

La boda del segundo heredero en la línea sucesoria de la corona de Reino Unido, Guillermo, enseñó una total obnubilación de gran parte de los medios del mundo por algo vacío de contenido.

Emisiones en directo durante horas, enviados especiales, reportajes, documentales y toda clase de histerismo mediático sobre la boda real marcaron la semana.

En la monarquía los medios, aunque inconscientemente, ven la unión de lo público con lo privado intentando explotar al máximo esta dicotomía entrelazada.

A la vez que las familias reales representan la más alta esfera de un Estado constituido como monarquía, pudiendo ser vistas como el símbolo de la colectividad, no pierden en el imaginario mediático su faz terrenal, principalmente cuando la familia real en cuestión es la británica, con su reciente historial de escándalos.

El advenimiento de las constituciones liberales, en que incluso las monarquías, al menos las europeas, están incluidas, conllevó la desaparición de lo omnipresente e indiscutible que eran los reyes y príncipes.

Un acontecimiento como el casamiento de un príncipe sirve para rescatar la nostalgia de un pasado. Es excelente para la monarquía, que se mantiene en la boca del pueblo. Pero, obviamente, es pésimo, por su tratamiento muy exagerado, para la comunicación social, que olvida, al dar un valor extremamente desproporcionado a su importancia, su principal deber, que es primar por el interés público.