lunes, 24 de octubre de 2011

BURBUJA PERONISTA


Sumándose los votos obtenidos por los tres candidatos del PJ en las presidenciales del 23 de octubre, el partido fundado por Juan Perón cosecha casi 70% de los votos validos. Es decir, un resultado que superaría la mejor marca del propio Perón, 62,5%, en su reelección en 1951.

Entretanto, hacer una lectura justicialista de esta abrumadora mayoría sería un equívoco. Los varios bloques que usan el sello PJ poco tienen en común más allá de autoproclamarse peronistas.
Hoy día, el peronismo son dos grupos, que, a su vez, se subdividen. Hay el peronismo oficialista, el Frente por la Victoria, que acaba de renovar su poder en el ámbito nacional, con Cristina Fernández. Y hay el peronismo opositor, el llamado peronismo federal, que en las elecciones estuvo dividido en dos candidaturas, la de Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo Duhalde.

Si la división del PJ fuese solo por cuestiones de matices no habría tanto drama. El problema es que es una división de visiones de país y de mundo que difícilmente podrán conciliarse en un núcleo común de una parte de la sociedad.

El FpV, con sus vaivenes no libres de contradicciones, supuso una ruptura - desde que Néstor Kirchner llegó al sillón de Rivadavia en 2003 - con los tiempos menemistas (pese al pasado filomenemista de muchos, con la presidente Cristina Fernández y su fallecido marido, a la cabeza) cuando lo financiero y lo especulativo primaban sobre lo social y lo productivo. Ya el PJ no identificado con el FpV ha pasado los últimos años combatiendo las orientaciones progresistas de su gobierno, anclándose en la oligarquía del campo y en los medios dominantes.

Pero, la dicotomía peronista del siglo XXI no se resume a los que son oposición y a los que son gobierno. El FpV presenta actores políticos con significativas diferencias. Así podríamos resumir la fuerza fundada por Néstor Kirchner: una fuerte isla progresista (concentrada en el Gobierno de la Nación), cercada de conservadurismo por todas las partes (gobernadores provinciales, intendentes del conurbano).

De momento, conviene tanto a kirchneristas de izquierda, como a kirchneristas de derecha la manutención de una alianza. Los primeros mantendrán su red de apoyo para la continuación, sin palos en las ruedas, de su proyecto de país. Y los otros seguirán gozando de los beneficios de estar juntos al gobierno central, principalmente en lo que se refiere a la destinación de fondos fiscales para sus provincias e intendencias.

Quizá, llegue un momento en que la cohabitación ideológica en el FpV no pueda tener más lugar. Mucho va a depender de los rumbos tomados por el gobierno en los próximos años. Si hubiere una profundización del modelo progresista, y, principalmente, si hubiere una búsqueda por la transparencia institucional, intereses podrían ser afectados, generando fisuras en el kirchnerismo.

Es verdad que el peronismo siempre tuvo grandes contradicciones, comenzando por el mismísimo Perón. Pero, la consolidación de la democracia, en un periodo que ya va sumando décadas, podría hacer con que Argentina se encaminase hacia una mayor claridad política. Esto supondría el fin del propio peronismo. O el fin del peronismo pejotista si se quiere.

No hay comentarios: