domingo, 26 de octubre de 2014

POR LA BAJA

Primero. Me considero una persona de izquierda. Sin identificarme con una izquierda específica, de las tantas que hay. Si fuese uruguayo, sería elector del Frente Amplio.

Segundo. Considero que en Uruguay la seguridad no sea un problema tan grave como muchos uruguayos se lo creen. Aunque entienda que el hecho de que Uruguay haya pasado ser un país muy seguro a ser solo relativamente seguro - donde caminar por las calles presuponga un cuidado que no era necesario en el pasado, y en que el número de asesinatos, robos y rapiñas haya aumentado considerablemente en las últimas décadas - haga con que la sensación de inseguridad sea más grande que en países manifiestamente más violentos, como muchos de los vecinos de Uruguay en la región, donde hace mucho más tiempo sus sociedades tienen que convivir con la lacra de la criminalidad.

Tercero. Como la mayoría de los izquierdistas, creo que el factor social es una de las fuertes variantes que lleva a alguien al mundo del crimen.

Cuarto. En un país donde solo 6% de los crímenes son cometidos por personas entre 16 y 18 años, pienso que la baja para 16 años de la imputabilidad penal para delitos de homicidio, lesiones graves, rapiña, secuestro, extorsión y violación va a tener un escaso influjo en los números globales de la criminalidad en Uruguay.

Quinto. A despecho de los cuatro puntos anteriores, si fuese oriental votaría por la baja de la edad  de imputabilidad penal para los crímenes citados arriba en el plebiscito de hoy.

A principio, puede sonar como una incoherencia. Al fin y al cabo, muchos de los que rechazarán la reforma del código penal para que haya la baja comparten conmigo los cuatro primeros tópicos. Y me diferencio de gran parte de los que votarán por la baja, principalmente en lo que se refiere a la visión sobre la seguridad o falta de seguridad en Uruguay, su importancia en la jerarquía de problemas del país y sus principales causas.

La razón por la cual crea que sea correcta la baja de la edad de la imputabilidad penal quizá sea simple (¿simplista para algunos?). Pero suficiente para que mi voto fuese SÍ en el plebiscito. El motivo se llama justicia. Me parece que por mayor que hayan sido las condiciones sociales en las cuales un joven haya estado y por más fuertes que hayan sido los "incentivos" para que optase seguir el camino de la violencia, nada justifica un crimen hediondo. Y si con 16 o 17 años la sociedad podría disculpar uno que no lo fuese, no lo puede hacer para el grupo de crímenes que hace referencia el plebiscito.

Aunque la cifra de personas en esta franja de edad que cometiesen los crímenes que harían con que la edad de imputabilidad bajase fuese casi nula, consideraría pertinente la baja. Pues para mí lo que importa es que uno pague por algo muy grave que hizo. No solamente estando algunos pocos años en el INAU, pero cumpliendo la pena correspondiente para estos tipos de crimen aplicada hasta ahora solo para los que tienen más que 18 años.

Si el SÍ gane el plebiscito, portanto, Uruguay no será un país signficativamente más seguro. Pero será un país un cachito más justo.

jueves, 23 de octubre de 2014

A SUPOSTA VIOLÊNCIA DE GÊNERO DE NEVES

Embora o fato em si tenha tido pouca repercussão nos veículos de comunicação tradicionais (jornais, rádios e TVs), foi muito falado na Internet, principalmente nas redes sociais. Refiro-me à suposta agressão, em 2009, do presidenciável Aécio Neves a sua hoje esposa e na época apenas companheira sentimental, Letícia Weber.

A supota agressão saiu a luz em razão dum post do jornalista Juca Kfouri em seu blog, que teria ouvido isso de cinco pessoas presentes no local do episódio, o Copacabana Palace, no Rio de Janeiro, onde estava tendo lugar uma festa.

A sua adversária, a presidente Dilma Rousseff, somente fez alusão ao tema de forma indireta. Quando perguntou a Neves no debate da Band, na terça-feira retrasada, o que Neves achava da violência contra a mulher. Já os blogs, sites e tuiteiros simpatizantes a Rousseff não se cansaram de abordar o tema. Pouco falado no primeiro turno, quando Neves parecia não preocupar muito a candidatura de Rousseff, já que a adversária que incomodava a atual mandatária era Marina Silva e não Neves, a partir do início da campanha do segundo turno o tema foi bastante explorado.

Falar ou não do caso pode ser um dilema ético. De um lado está algo gravíssimo, como é a violência de gênero. Do outro, está a suspeita, mas não a comprovação e a certeza da agressão. Para alguns deste outro lado também está a invasão da vida pessoal de Neves e sua esposa (não concordo com isto, pois ao contrário do que diz o ditado popular, em briga de marido e mulher, sim se pode meter a colher, ao menos quando há violência física no meio, mesmo quando a mulher prefere não reagir e até continuar a relação, como foi o caso da suposta vítima).

No meio deste dilema está o mensageiro do caso, Kfouri. Para mim, particularmente, é um jornalista muito credível, pelo seu histórico na mídia brasileira, nomeadamente na que mais laborou, a esportiva. Ademais, Kfouri, apesar de ter apoiado publicamente a primeira candidatura vitoriosa do PT numa presidencial, a de Lula da Silva em 2002, nunca esteve conotado aos governos liderados pelo PT desde 2003 no âmbito do apoio . Se elogios chegou a fazer, sempre foram na base do matiz em que sói opinar, e sempre foi muito duro com a relação dos governos liderados pelo PT com as autoridades esportivas, principalmente a CBF e o COI. Demonstrando uma decepção particularmente com Lula.

Porém, nem todos são obrigados a dar tanta credibilidade a Kfouri a ponto de não temer abordar o tema e, no caso de quem está engajado na campanha petista, usá-lo de modo eleitoral. Ao fim e ao cabo, credibilidade é algo subjetivo.

Portanto, a questão central passa por confiar ou não em quem revelou o caso. Se esta confiança existe, o manejo proselitista ou midiático do caso é perfeitamente legítimo, considerando-se a intolerância com que, civicamente, devemos tratar o asco que significa a violência de gênero. Independentemente da opinião da vítima.

sábado, 11 de octubre de 2014

SEMEJANZAS PRESIDENCIALES

De 20 en 20 años, Uruguay y Brasil coinciden elecciones presidenciales (al menos con el actual periodo de mandato de los dos países, cinco y cuatro, respectivamente, para sus mandatarios máximos). En este año, Uruguay y Brasil no solamente coinciden presidenciales, como coinciden algunas particularidades de ellas.
Quizá la principal coincidencia es que en ambos países las presidenciales se perfilan como las más equilibradas desde que los dos países instauraron la segunda vuelta. Tanto en Brasil como en Uruguay hay un empate técnico en la segunda vuelta. En el caso uruguayo solo una simulación de segunda vuelta (aunque sea casi cierto que hay una). Mientras en Brasil esta ya está en plena campaña. Es probable que los dos países lleguen al día de la segunda vuelta - en Brasil, el 26 de octubre y en Uruguay, el 30 de noviembre - con su proceso electoral al rojo vivo. Con gran incertidumbre de si sus futuros presidentes serán Tabaré Vázquez o Luis Lacalle Pou en Uruguay y Dilma Roussef o Aécio Neves en Brasil.
Otra semejanza es el hecho de que los candidatos oficialistas, Vázquez y Roussef, hayan visto un escenario electoral bastante distinto de lo que se pronosticaba antes del arranque de las campañas, pues eran los favoritos. En Brasil, mucho, quizá, por el sacudón que significó el accidente que mató al candidato Eduardo Campos, precipitando la candidatura de su entonces candidata a vice y mucho más conocida, Marina Silva. Aunque no haya sido esta, sino Neves el candidato clasificado junto a Roussef para la segunda vuelta.
Ya en Uruguay la quiebra de las expectativas electores está siendo personificada en Lacalle Pou. Primero derrotando a la candidatura favorita del Partido Nacional en las primarias de los blancos. Y ahora poniendo las presidenciales casi sin favoritos, con encuestas que lo pondrían a solo un punto percentual de distancia de Vázquez si esté presente con el oncólogo en la segunda vuelta.
El perfil de los candidatos que podrían ser responsables por las derrotas oficialistas también marcan un parecido. Dos descendientes directos de expresidentes de sus países. Neves nieto de Tancredo Neves (aunque este nunca pudo gobernar Brasil, de hecho, como presidente, pues en 1985 asumió la presidencia enfermo y murió pocos tiempo después) y Lacalle Pou hijo de Luis Alberto Lacalle, presidente oriental entre 1991 y 1996. Y para lo estrictamente frívolo también son considerados estéticamente bien constituidos. Aunque Neves no tenga las mismas preocupaciones en el mantenimiento del buen cuerpo, como Lacalle Pou, yendo a gimnasios y haciendo otras cosas por el estilo.
Pero lo que más une Neves y Lacalle Pou es lo ideológico. Los dos intentan sacar del poder partidos de centro-izquierda que gobiernan Brasil y Uruguay hace casi 12 y 10 años respectivamente. El Frente Amplio en Uruguay y el Partidos de los Trabajadores en Brasil (aunque el Ejecutivo de este se sostenga con el apoyo de muchos otros partidos, entre los cuales varios que podrían ser considerados de derechas en el confuso escenario ideológico brasileño). Si en lo social ninguno dice que pondrá coto en los planes y subsidios a las capas más desfavorecidas de la población implantados luego al inicio de los gobiernos del FA y del PT, en lo económico, pese a que los giros a la derecha no sea pronunciados en sus programas, sería de esperar que conduzcan gobiernos más alineados con el mundo empresarial y financiero. Una relación más flexible entre capital y trabajo podría ocurrir con Neves y Lacalle Pou. Es significativo, por ejemplo, que los asesores de ambos ya dijeron que sería necesario un crecimiento salarial más moderado en sus países. Para el combate a la inflación, donde Uruguay es el tercero y Brasil el cuarto en América Latina con peores índices, sendas subidas de los tipos de interés no serán sorprendentes.
Y en lo que más Uruguay y Brasil tienen en común, el Mercosur, lo que cabe esperar es un alejamiento aún más grande de este organismo. La integración regional está lejos de ser una prioridad de Neves, mientras para muchos de los sectores afines a Lacalle Pou, el Mercosur es visto como un enemigo comercial de Uruguay (no siendo disparatado pensar en una salida de Uruguay del bloque comercial si Lacalle Pou llega a la Torre Ejecutiva).
Un poco más de un mes separa la segunda vuelta de las presidenciales brasileñas de la probable segunda vuelta de las presidenciales uruguayas. La victoria de la oposición en Uruguay y en Brasil o el mantenimiento del poder por parte de los oficialismos supondría la coincidencia final.

miércoles, 8 de octubre de 2014

POLARIZAÇÃO MANCA

Diz-se que o Brasil vive há 20 anos polarizado politicamente entre o PT e o PSDB. Se o escopo da análise forem as eleições presidenciais, a afirmação é correta. Pois desde as presidenciais de 1994 as candidaturas do PT e do PSDB alternam-se no primeiro e no segundo lugar.

Porém a tal polarização política no Brasil se resume às presidenciais. Nas outras eleições (estaduais, municipais e legislativas) o que vigora é a fragmentação. Ao fim e ao cabo, são 25 os partidos com representação parlamentar na Câmara Federal e no Senado (sendo que o partido que terá mais deputados na Câmara a partir de 1 de janeiro de 2015, o PT, só terá 70 entre os 513 deputados, ou seja, apenas 13,6% dos deputados), nove que atualmente estão no comando de governos estaduais e 12 que estão à frente dos Executivos das cem cidades mais populosas do Brasil.

Ou seja, esta longa briga de PT e PSDB na disputa da presidência da República está longe de reproduzir-se nas demais esferas da política eleitoral brasileira. Entretanto é verdade que na falta de uma polarização real os dois partidos tacitamente assumiram um papel de liderança na divisão política do Brasil.

Se não logram formar robustas representações noutros espaços para serem de fato partidos polarizadores, lograram ser os dois com os projetos mais fortes para o Brasil. Isto tem-se refletido nas últimas seis eleições presidencias, sendo os partidos que apresentam os candidatos mais competitivos para ocupar o Palácio do Planalto. Se de um lado temos o PSDB, partido de tendências mais liberais em termos econômicos (sem deixar de ter preocupações sociais), do outros temos o PT, partido que prega mais participação estatal na economia (sem deixar de utilizar ferramentas ortodoxas e liberais).

Talvez este cenário só tenha sido possível por terem sido os partidos que impuseram as principais lideranças no plano nacional desde a redemocratização do Brasil, um país onde a política é assaz personalista. O PT teve (e ainda tem) Lula da Silva, o mais carismático político da história do Brasil (sim, mais carismático do que Getúlio Vargas), o único capaz de fazer com que um país conservador como o Brasil, pudesse dar a presidência da República a um partido de esquerda (ainda que cada vez menos com o passar dos anos). Já o PSDB, se não teve uma figura tão atraente como Lula, reuniu nomes de muita potencialidade eleitoral, como Fernando Henrique Cardoso, o único que logrou vencer presidenciais no primeiro turno, muito devido ao fato de seu nome estar associado ao fim da macroinflanção,  e  governadores dos Estados mais populosos do Brasil, São Paulo e Minas Gerais, como José Serra, Geraldo Alckmin e Aécio Neves (todos com boa popularidade durante seus mandatos).

Se a partir das primeiras eleições presidenciais depois da redemocratização, em 1989, o PT tornou-se uma espécie de referência da política brasileira, balizando o que seria direita e esquerda dentro do caótico alinhamento ideológico dos partidos brasileiros (ainda que não tenha aberto mão de fazer alianças com diversos setores conservadores da política brasileira em nome da chamada governabilidade), o PSDB  foi dos poucos partidos que encarnou o papel de oposição aos governos liderados pelo PT a partir de 2003. Nas sucessivas presidenciais, portanto, seria difícil imaginar que candidatos de outros partidos assumissem um papel de oposição às candidaturas do PT se estiveram no governo junto com este. Talvez esta tenha sido a principal dificuldade duma candidatura como a de Marina Silva este ano. Apesar de, na onda da comoção com a morte do titular de sua chapa, Eduardo Campos, ter estado muito bem nas pesquisas e até liderado as intenções de voto numa simulação de segundo turno, no final das contas não conseguiu projetar aos eleitores insatisfeitos com o governo da petista Dilma Roussef a figura da oposição mais eficaz a ele.

A verdadeira e até, em certa medida, desejável polarização política (e ideológica) no Brasil só ocorrerá quando houver uma maior racionalidade da classe política e dos eleitores (o segundo muito difícil a curto prazo com uma população tão despolitizada como a brasileira).

O ideal não é que haja menos partidos como pregam muitos (o Brasil até tem poucos em comparação a outros países), mas que estes não tenham como principal objetivo barganhar apoio aos governos de turno em troca de cargos e ministérios, e sim que possam ter uma postura ideológica relativamente sólida sendo, portanto, previsível seu apoio ou oposição ao candidato que é eleito a cada eleição.

Enquanto houver dezenas de partidos com representação parlamentar, com a maioria estando pronta para apoiar do modo mais interesseiro possível seja um Executivo liderado por um petista seja um por um tucano, o Brasil viverá o pior tipo de polarização. A que se dá no combate do PSDB e do PT pela presidência, mas em que vencedor das eleições só pode governar coptando uma maioria de partidos e parlamentares com pouco compromisso ideológico e que só lhe dá sustenção em razão de seu oportunismo. 

lunes, 6 de octubre de 2014

PERSPECTIVAS PRESIDENCIAIS

O Brasil encaminha-se para ter, talvez, a eleição presidencial mais acirrada desde que há segundo turno, o que é o mesmo que dizer desde a redemocratização do país no anos 1980.

A diferença percentual de votos no primeiro turno entre os candidatos qualificados para o segundo turno, Dilma Roussef e Aécio Neves, é a menor de todas os candidatos que foram para segundos turnos em presidencias.

Será a primeira eleição presidencial desde 1989 com perspectivas de grande equilíbrio e incerteza sobre o vencedor até a apuração das urnas. Até aqui a única que teve alguma indefinição ao longo da campanha foi justamente a que inaugurou o novo período de eleições diretas a presidente, há um quarto de século, quando Collor de Mello foi eleito presidente derrotando Lula da Silva no segundo turno, com 53% contra 47% dos votos. Nas demais onde houve segundo turno (2002, 2006 e 2010), sem haver uma diferença arrasadora, não era difícil de prognosticar o triunfo dos que vieram a ser os eleitos. Em 2002, Lula contra o governista José Serra sabia que poderia contar com votos suficientes dos outros candidatos desclassificados no primeiro turno, que, como ele, faziam oposição ao governo do então presidente Fernando Henrique Cardoso, para vencer a eleição. Em 2006, os votantes da terceira colocada Heloísa Helena dificilmente dariam seu voto ao oponente do reeleito Lula, Geraldo Alckmin, pelo seu perfil ideológico. E em 2010 para Roussef não seriam necessários muitos votos em termos percentuais dos eleitores da terceira colocada no primeiro turno Marina Silva para vencer José Serra.

Já neste escrutinínio o cenário é mais complexo. A diferença entre a primeira colocada Roussef e Neves não é tão grande. E os votos dos eleitores da novamente terceira colocada no primeiro turno Marina Silva terão um peso maior desta vez. Ademais os chamados candidatos nanicos também tiveram nesta eleição mais votos do que em outras.

Se o crescimento de Roussef for na mesma base do que teve no segundo turno de 2010 em relação ao primeiro (16,5%, passando de 46,91% a 56,05%) a petista venceria com 52,38%. Porém, o arranque que Neves teve na reta final da campanha, dado como fora do segundo turno quando há poucas semanas do sufrágio tinha apenas 15% das intenções de voto e terminando a eleição com inimagináveis 33,55%, somado à estagnação econômica real (considerando-se o crescimento do PIB em temos per capita) que tem vivido o Brasil, durante praticamente todo o governo de Roussef - cenário muito distinto de quando foi eleita como a delfim de Lula em 2010, quando o Brasil crescia como nunca havia crescido nas últimas décadas - podem fazer com que seu crescimento no segundo turno em relação ao primeiro seja proporcionalmente maior do que a base de crescimento da anterior candidatura presidencial do PSDB (25,8%, de 32,61% para 43,95%). Outro fator que poderia alavancar Neves é uma possível declaração de apoio de Marina Silva a ele. E ainda existe a possibilidade de que o escandândalo de propinas em volta da Petrobrás possa prejudicar Roussef. Depoimentos à Polícia Federal do doleiro Alberto Youssef poderiam vazar e ter muito eco na mídia opositora.

Será um mês de intensas emoções. Uma pena que a campanha deva ser pautada mais por críticas aos adversários do que por proposições por parte dos candidatos, como é hábito na política brasileira.

miércoles, 1 de octubre de 2014

ELEIÇÕES DE MAIS E DE MENOS

Desde 1992 o calendário eleitoral brasileiro tem eleições de dois em dois anos, em que se intercalam num eleições municipais e no outro eleições nacionais e estaduais.  Ou seja, num ano ocorrem os dois escrutínios mais importantes e no outro os menos importantes da política brasileira.

As maiores prejudicadas são as eleições estaduais, que são eclipsadas pelas nacionais (concretamente as presidenciais). Estas ocupam a maior parte do espaço na mídia no âmbito da cobertura dos fatos, das análises e discussões. Sobrando relativamente pouco para as estaduais.

Já no ano em que ocorrem as municipais, como estas não têm "concorrência", não sofrem nenhuma problema em termos de visbibilidade. E até mesmo no horário eleitoral na TV têm grande vantagem em relação às nacionais e estaduais. Enquanto estas, como ocorrem simultaneamente, têm suas campanhas divididas na TV, as municipais surfam sozinhas.

Seria importante que a tão desejada por muitos reforma política tivesse entre suas poroposições a alteração deste quadro. Mas praticamente ninguém dá atenção a esta má distribuída repartição das eleições no Brasil.

O ideal seria haver eleições estaduais (tanto para os Executivos como para os Legislativos estaduais) e municipais (tanto para os Executivos como para os Legislativos municipais)  no mesmo ano. Deixando as nacionais (Presidenciais e para o Legislativo nacional bicamaral) com o sufrágio exclusivo para elas. Para isto se uma reforma política previsse esta mudança,  os mandatos dos governadores e deputados estaduais poderiam ser prorrogados dois anos (talvez com impedimento de reeleição para os governadores neste mandato especial para que não pudessem ficar muito tempo no poder). Assim deixariam de coincidir com as nacionais, coincindindo com as municipais.

Uma mudança neste sentido seria daquelas em que não haveria efeitos colaterais. É dizer, impor-se-ia a lógica do ganha-ganha. Pois não haveria nenhum prejudicado e a racionalidade do calendário eleitoral brasileiro só teria a ganhar.