martes, 3 de octubre de 2017

NO ES LO MISMO

Algo muy común de escucharse en estos días de excelsa tensión en Cataluña es que la culpa de lo que está pasando es tanto del gobierno de España como del de Cataluña.

Cada uno es libre para pensar como quiera. Pero este reparto de responsabilidades casi por igual es funcional a que se obvie una realidad bastante palpable.

Si es verdad que él "procés" corre por carriles por fuera del marco constitucional y que el referéndum del 1-O fue ilegal, no es menos verdad que los separatistas catalanes intentaron por diversas veces negociar con Madrid a respecto de una salida legal para sus ambiciones. Y siempre Madrid les dijo "no".

Los continuos rechazos por parte de Madrid sugirieron una arrogancia y/o falta de sensibilidad acerca de lo que significa la existencia de una abrumadora mayoría de catalanes favorables al derecho a decidir. Habría un 82% que lo desean, según las encuestas (cifra que incluye, obviamente, a no independentistas). Mayoría también verificada en las elecciones, aunque en un guarismo menor. Hoy el Parlament tiene cerca de 60% de diputados que abogan por ello (hay que decir que, seguramente, muchos electores del PSC, que rechaza el derecho a decidir, tienen una posición a contraria al partido). Además, fuera de Cataluña tampoco es despreciable el apoyo a cambios en la constitución que conduzcan al derecho a decidir.

Si se tratara de unos pocos que lo estuvieran reivindicando, claro que no se le podría hacer caso a eso. Pero hacer oído sordo a una manifiesta mayoría ha tenido como consecuencia llevar la cuestión casi a un callejón sin salida.

El gobierno de España prefiriendo mirar para otro lado y solo esperar que la justicia aplicase la ley optó por que el tan anunciado choque de trenes viniera. La violencia desatada por las acciones de las fuerzas de seguridad del Estado contra quienen querían votar quizá haya sido solo el preludio de cosas peores que vendrán a continuación.

Pase lo que pase a partir de ahora, la historia tendrá que registrar que hubo quienes plantearon el diálogo y quienes se lo negaron. Quienes por medio de la democracia querían legalmente llevar a cabo su objetivo y quienes solo decían que la ley no se lo permitía (como si esa fuera inmutable o si tuvieron miedo de cambiarla).

Con eso no quiero exentar a los independentistas de culpas. Pienso que podría haber habido listones más altos para que los secesionistas se sintiesen legitimados para llevar a cabo la independencia. Por ejemplo, que tuviesen alguna mayoría calificada en el Parlament o que hubiesen propuesto que el propio referéndum solo podría atribuir al "sí" una victoria si contase con una mayoría calificada. O que tuvieran otra táctica, que pasase primero por un consulta popular, aunque igualmente ilegal, en que simplemente los catalanes se pronunciarían si querían el derecho a decidir. Aunque no cambiase nada la línea de intransigencia de Madrid, eso les daría más legitimidad a los independentistas y dejaría más en evidencia al gobierno central.

Aun así, no se les debe tratar del mismo modo que el lado que apostó por formas reacias, adustas y desconectadas del sentido común para lidiar con la mayor grieta que ha tenido España desde la vuelta de la democracia.


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