miércoles, 4 de octubre de 2017

EL DISCURSO DEL REY

Muchos pedían un pronunciamiento del rey Felipe VI a respecto de la cuestión catalana. Y ayer lo hizo. Su contenido fue recibido de modo distinto por formadores de opinión y políticos.

En general, los que hacen hincapié en que la ley está por encima de todo (incluso de un pueblo que, literalmente, llena calles y plazas) estuvieron de acuerdo con el discurso del monarca, por creer que él demostró firmeza al hacer un llamamiento directo al Estado de derecho y a la unidad territorial de España (quiza, avalando con eso la aplicación artículo 155 de la constitución, que suspendería el autogobierno catalán).

Mientras los mal llamados equidistantes (catalanes o no) y los favorables al "procés" estuvieron en contra, por la supuesta dureza de Felipe VI, que podría generar aún más enfado en Cataluña contra España, por no pedir diálogo o negociación entre los bandos enfrentados y, principalmente, por no haber dicho nada a respecto de la violencia desproporcionada de las fuerzas de seguridad contra quienes votaron en el 1-O.

La verdad es que nadie podría esperar que el rey pudiese ayudar a apaciguar el conflicto. Esto no se trata de un 23-F. Aceptándose la historia oficial sobre el golpe que intentó dar Antonio Tejero en el Congreso de Diputados, había claramente unos buenos y malos en la cuestión. Demócratas contra golpistas. Era muy claro lo que debería hacer el padre de Felipe VI, el rey Juan Carlos. Estar incondicionalmente a favor de la democracia. El 1-O y todos los demás Os que vendrán suponen un choque de legitimidades que, a su modo, se amparan en la democracia. Sea de quien la justifica por estar al lado de la ley. Sea de quien la justifica por estar al lado de una mayoría popular.

De alguna manera, interviniendo en el asunto, Felipe VI tendría que posicionarse. Y sería muy difícil que su posición fuera contraria a la del gobierno. El rey, salvo un consenso generalizado en la sociedad española, jamás iría a estar en contra de lo que fija la letra fría de la ley en el sentido de ser flexible a un cambio en ella. El rey está para mantener lo que hay. Fue este el papel desempeñado por Juan Carlos en 1981, según la historia oficial.

Es verdad que Felipe VI podría transmitir un mejor talante y menos cinismo, cuando dijo, por ejemplo, que estaría al lado de los catalanes (siendo que una gran mayoría de ellos es favor del derecho a decidir). Pero en el fondo no fue sorprendente lo que dijo.

España optó por un régimen no democrático en lo que se refiere a la Jefatura del Estado. Si por una parte no le concedió poderes ejecutivos, por otra, por eso, no se puede esperar que quien la encabeza sea un árbitro fiable en una cuestión subjetiva y con muchos grises como es la catalana.

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