martes, 1 de marzo de 2011

EL PESO DE LA REELECCIÓN


"Quisiéramos una Cristina eterna". Así, sin tapujos, la diputada del Frente Para La Victoria (FpV), Diana Conti, abrió su “corazón” K en una entrevista radial.

En la nota que dio a Radio 2 de Rosario, Conti quiso mostrarse entre las primeras a dar batalla para algo improbable, dentro del marco constitucional y político argentino, la reelección eterna de los presidentes.

Aunque, siquiera haya sido electa para su segundo y último mandato, la ventaja que presenta Fernández de Kirchner en las encuestas hace que algunos de sus seguidores ya estén pensando en el “futuro”, una reforma de la Constitución, concretamente en lo referido al límite de mandatos del Jefe de Estado.

No sería la primera reforma constitucional para brindar más mandatos a un presidente. Menem, con el Pacto de Olivos con los radicales, en 1993 - en el cual los del partido centenario se arrodillaran ante el riojano - pudo modificar las reglas del juego, reemplazando el mandato único de seis años por la posibilidad de dos, en caso de reelección, de cuatro años.

En el actual contexto sería casi inimaginable algo parecido. Muy difícilmente el gobierno tendría una mayoría de dos tercios requerida para alterar la Carta Magna. Ni llegaría a un acuerdo con la oposición.

Así que las palabras de Conti han tenido un efecto bumerang, con todo el arco opositor y su prensa adicta teniendo un excelente material para hacer lo que más les gusta, pegarle al gobierno y a Fernández de Kirchner, con o sin razón.

Su declaración ha sonado como un escándalo. Y muchos han afirmado que más allá de expresar un deseo personal o de un grupo de ultakirchneristas de la FpV, Conti tuvo autorización del “más arriba” para lanzar el polémico augurio.

En sí, no creo que reelecciones sean buenas o malas. Todo depende de la coyuntura y de la naturaleza de cada puesto.

Son diferentes los poderes que puede tener un Jefe de Gobierno presidente que un Jefe de Gobierno primer ministro. El primero siempre tendrá más resortes, con los cuales podrá imponer un poder más allá de la legitimidad que el puesto le otorga. Además, el puesto de presidente no está supeditado al legislativo, diferentemente de un Jefe de Gobierno dentro del sistema parlamentarista, siempre pendiente de mayorías parlamentarias para mantenerse en el cargo.

Por lo tanto, no es justo comparar largos liderazgos de figuras como Helmut Kolh, Felipe González y Margareth Tachter en sus respectivos países como primeros ministros, con el de un presidente que lleva o quiere llevar varios años en la cúspide de la gobernación.

Otro aspecto muy importante es el de la oportunidad. Cambiar leyes para beneficio propio es una práctica antirrepublicana. Aumentar el número de mandatos o tornarlos indefinidos supone un casuismo que hace poco sana la vida democrática.

La probable vencedora del escrutinio de octubre, Fernández de Kirchner, no es la única argentina que puede conducir a Argentina. Y “su fecha de caducidad” como presidente - con independencia de su desempeño - inexorablemente deber valer hasta fines de 2015.

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