domingo, 20 de noviembre de 2011

EL VOTO DE LA ESPAÑA MÁS TRISTE DE LA DEMOCRACIA


Hoy tiene lugar las elecciones generales que proyectan menos esperanza en el seno de la ciudadanía española desde el restablecimiento de la democracia en 1977. Para la anécdota se queda el hecho de que este escrutinio se realiza, justamente, en la fecha de la muerte del hombre que habría estado más amargado con el regreso de la democracia, Francisco Franco.

Es verdad que hace mucho tiempo que las elecciones en Europa no generan un alargado sentimiento de cambio y que los partidos, al menos los que suelen liderar los ejecutivos, no presentan demasiadas diferencias entre ellos para que los electores vayan a las urnas pensando que la decisión que tomen será trascendental. Pero, lo sonante de este 20-N es la impotencia que se ve en los partidos hegemónicos del tablero político nacional español, PP y PSOE, para llevar a cabo acciones que hagan progresar España.

Sobresale que España parece estar muy a merced del exterior – notadamente del porvenir de la UE, de la Zona Euro y de la prima de riesgo del país. Cualquier otra visión no fue corroborada por la marcha de la campaña electoral de PP y PSOE.

Del lado del PSOE hemos tenido un cierto guiño a la socialdemocracia, después de casi ocho años en que ha vigorado la sentencia del a partir de mañana saliente Presidente de Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, que “bajar impuestos es de izquierdas”.

Alfredo Pérez Rubalcaba, el que ha tenido la ardua tarea de conducir el partido en el periodo electoral menos favorable de su historia, prediga por impuestos a las grandes fortunas y por la vuelta del denostado Impuesto del Patrimonio. Además, garantiza que de lo que dependiese de un inimaginable gobierno suyo (el propio tácitamente lo asume públicamente así) no habría menos financiación para la sanidad y la educación pública – a despecho de los ineludibles recortes en el conyunto global de la administración pública española.

Ya el PP se quedó marcado por el ocultismo. Para no arriesgar atingir la susceptibilidad de ningún potencial elector, Mariano Rajoy, ha preferido ser lo más cauto posible, diciendo cada palabra y cada frase en puntillas. El de Pontevedra ha entrado en la campaña, esencialmente, usando el fútbol como metáfora, para no sufrir goles, en un enfrentamiento que ya tiene una gran ventaja, de acuerdo con las encuestas. Entre tanto, según éstas indican, su táctica ha tenido tanto éxito que, además de no encajar goles, es decir, no perder electores, el PP ha logrado ampliar su ya holgado marcador. Para la mayor parte de los asustados y pesimistas electores, Rajoy ya merece el voto solo prometiendo que “creará condiciones para crear empleo” – aunque no concrete cómo creará las condiciones.

Pese a las diferencias en el lenguaje y en el contenido, tanto Rajoy como Rubalcaba han tenido una comunicación tibia, mostrándose poco capaces de contrarrestar la mayor depresión (si no económica, al menos anímica) que sufre España en las últimas décadas. En el fondo saben que los electores no recibirían con seriedad mucho optimismo de su parte. En este momento, los españoles, en general, ya se dan por satisfechos que su calidad de vida baje lo menos posible – cualquier atisbo de prosperidad es visto como un espejismo

La resignación de los españoles, quizá, también explique el porqué los otros partidos, probablemente, no consigan sacar mucho rédito de las endebles ilusiones que PP y PSOE promocionan. Los Indignados del 15-M, hasta que se pruebe lo contrario, son solo una minoría ruidosa. Aunque ni por esto dignos de menos valor y consideración. Pero, de momento, este barullo no convence a la mayor parte de los españoles, que parecen aceptar, pasivamente, que hay poco que hacer más allá de las reglas rigurosas del mercado, depositando sus votos en el PP por ser el que tiene más compromiso con éstas. Para lidiar con una de las mayores crisis del capitalismo que ha tenido España, los españoles parecen creer que la mejor medicina es más capitalismo – no para que estén mejores, solo para que estén menos peores.

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