jueves, 29 de julio de 2010

UNA INTRASCENDENCIA QUIZÁ TRASCENDENTE


La prohibición de las corridas de toro en Cataluña, en términos objetivos, poco cambiará el cuotidiano de los catalanes.

Ya eran muy pocos los “aficionados” del lado derecho del Ebro.

Con solamente una plaza de toros, la Monumental, en la ciudad de Barcelona, Cataluña solo tenía una media de 20 corridas de toros al año, con una presencia muy pequeña de espectadores. Basta ver las fotos de las corridas de toro en la Monumental, en que solo una pequeña parte de sus 19.000 lugares aparecen rellenados.

Tanto que en 2008 siquiera hubo toros en la Monumental, por el perjuicio que daban.

Así que la prohibición aprobada esta semana por el parlamento catalán solo ha servido para oficializar el rechazo de la mayoría de los catalanes a las corridas de toro.

La esperanza para los antitaurinos es que el impacto mediático generado por la decisión de los diputados catalanes - bastante menor que el generado por la prohibición de las corridas de toro en Islas Canarias en los 90 - produzca una movilización en otras partes del Estado español que haga que otras comunidades autónomas prohíban las corridas de toro también.

No solo en Cataluña hay una fuerte oposición a las corridas de toros. Comunidades como Islas Baleares, País Vasco, Galicia, Aragón y Asturias también cuentan con un expresivo porcentaje de habitantes que están en contra de ellas.

Y, ciertamente, dentro de algunas décadas, incluso regiones de España que hoy cuentan con muchos aficionados, como Andalucía y la Comunidad de Madrid, tendrán una mayoría de antitaurinos, teniendo en cuenta la queda de espectadores en las plazas de toros.

Según una encuesta de Galup, en 2006, un 72% de los españoles no mostraban ningún interés por las corridas de toro. Siendo que entre los jóvenes de entre 15 y 24 años, este porcentaje subía para 82%.

Eso significa una España más civilizada y con valores más evolucionados que en el pasado. Por más ilustres aficionados que hayan tenido o que aun tienen las corridas de toros, como Sabina, Hemingway, Calamaro, Plácido Domingos o Picaso entre otros tantos, las corridas de toro representan en el imaginario de una sociedad basada en el respeto un guiño a la barbaridad y una válvula de escape para las cosas más monstruosos que guarda el ser humano dentro de si, capaz de torturar y matar a un animal sin cualquier otro motivo que lo pudiera mínimamente justificar.

Como dijo el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, “la corrida de toro es la exaltación máxima de la agresividad humana”

Argumentan los taurinos que los que comen carne son incoherentes en ser antitaurinos.

Yo, que soy sensible al sufrimiento de un animal, cuánto más grande sea el nivel de conciencia de éste, siempre me pregunto cuando ingiero carne si este acto me hace un ser antiético.

Ya he escuchado cosas que amplifican o disminuyen mi preocupación. De un lado que el sufrimiento de los buyes, vacas o cerdos en los mataderos es muy rápido con los choques o tiros que llevan, teniendo una muerte en el instante.

De otro que hay muchos mataderos que no cumplen con los requisitos básicos de tratamiento a los animales que servirán como alimento, haciendo que los animales tengan un dolor muy prolongado.

Por las dudas, me gustaría ser vegetariano. Pero, la necesidad que tengo en consumir proteína, me hace contrariar este deseo. Quizá, así esté actuando de una manera egoísta.

El hecho es que no se puede comparar la matanza de animales con fines exclusivamente de alimentación con la muerte gratuita que hay en la corrida de toros u otros horrendos “espectáculos” que usan animales como “protagonistas”

Otros argumentos, como la estética taurina y su arraigada tradición en España tampoco pueden servir para sostener retóricamente las corridas de toros.

Son justificativas muy frágiles, basadas en puros caprichos, ante toda la salvajería contenida en las corridas de toro.

Cataluña, con esta prohibición, da un gran ejemplo al resto de España. Que el hombre no debe proteger solamente al hombre. Y que así el sustantivo “ser humano” también pueda ser entendido como un verbo seguido de un adjetivo. Es decir, que los hombres “sean humanos”.

Sin corridas de toros ciertamente lo serán más.

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