martes, 17 de diciembre de 2013

BALLOTAGE, SINÓNIMO DE DEMOCRACIA

Muchos de los frenteamplistas siempre se quejan de que el ballotage solo fue instituito en Uruguay, por medio de la reforma constitucional de 1996, porque el Partido Nacional y el Colorado querían impedir, por esta vía, un presidente del Frente Amplio.

De hecho, no es posible negar que detrás de la creación de una segunda instancia electoral para la elección del principal mandatario oriental, en caso de que nadie obtuviera mayoría absoluta en la primera vuelta, estaba, principalmente, el miedo de los partidos tradicionales a que la izquierda llegase al poder tras un sostenido crecimiento electoral tras la vuelta de la democracia en la mitad de los años 1980.

Pero también es cierto que este temor egoísta  permitió que las elecciones presidenciales se tornaran más democráticas y claras cuanto al merecimiento de su vencedor. Nada mejor que la confrontación de los dos candidatos más votados en la primera vuelta en una segunda para ver quien reúne más apoyos para que se solidifique una verdadera mayoría, que no es el caso de cuando el vencedor de la primera vuelta solo tiene la mayoría relativa de votos.

Solo cabe lamentar, portanto, el deseo expresado por el más que probable candidato del Frente Amplio y primer presidente frenteamplista, Tabaré Vázquez, que aboga por el fin de este saludable sistema electoral del presidencialismo que es el ballotage.

Estar en contra del ballotage, fundamentalmente en Uruguay, donde existen tres partidos que dividen los votos en las elecciones y en que dos son muy parecidos (Nacional y Colorado) ocupando el mismo espacio de votación, es un cinismo antidemocrático, cuyo objetivo aparente es querer que su formación, el Frente Amplio, sea la gran favorecida, por estar solo en el espectro ideológico de la izquierda, y que por esto sería siempre la vencedora de la primera vuelta.

Lo malo y patético del sistema uruguayo no es el ballotage. Es la ridícula exigencia para la elección del presidente en la primera vuelta. Es decir, que un candidato tenga que sumar más votos no solamente que los candidatos rivales como también que los votos blancos, nulos y de la abstención. Una auténtica anomalía en un mundo donde en casi todas las democracias que tienen segunda vuelta no son considerados válidos los votos  blancos, nulos y la abstención para el cómputo de porcentaje de votos de los candidatos.

Si hay algo para ser reformado en el sistema electoral uruguayo son las reglas para haber ballotage. Pero jamás este debe ser extinto. 

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