De cara al balotaje que definirá quién a
partir del 1 de marzo será el nuevo presidente de Uruguay, hay determinados
hechos inéditos en la vida política oriental desde que esa se divide en dos
partes, el Frente Amplio y la suma de los partidos que están a su derecha, y
cuyo marco son las primeras elecciones con segunda vuelta, las de 1999.
El primero de ellos es que es la primera vez en
que el candidato del Frente Amplio no parte para la campaña de la segunda vuelta
ni como el vencedor tácito (como fueron los casos de 2009 y 2014, en que su
votación en la primera vuelta solo quedó a pocas décimas de superar a la de todos
los demás partidos y la superó, respectivamente) ni en desventaja (como fueron
los casos de 1999 y 2019, en que, aun siendo el más votado, la suma de votos de
los partidos a su derecha hacía creer que su contrincante vencería, como
ocurrió). De esta vez, aunque los candidatos de los partidos de la coalición
multicolor hayan tenido en su conjunto más votos que Yamandú Orsi, la diferencia
de esos para el intendente de Canelones es pequeña, lo que sugiere que,
principalmente teniendo en cuenta el avance que el candidato del Frente Amplio
en 2019, Daniel Martínez, tuvo de la primera para la segunda vuelta, de 10
puntos porcentuales, el partido de la "colcha de retazos" es el favorito, pues solo necesita 6
puntos a más en el balotaje. Pero eso no significa que la elección no esté en
abierto, como no estuvo en las segundas vueltas en que el postulante del Frente
Amplio fue electo, cuando fueron solo un trámite para confirmar las victorias
de José Mujica y Tabaré Vázquez.
El segundo es que el candidato electo podrá ser considerado una figura gris y con
relativamente poco carisma, además de que nunca haya tenido un rol de liderazgo
en su partido. Incluso el propio candidato del Partido Nacional, Álvaro Delgado,
llegó a declarar que no era un buen candidato.
El tercero es que el Frente Amplio podrá ganar
las elecciones siendo oposición a un gobierno relativamente bien evaluado.
Creo, incluso, que Lacalle Pou sería el favorito para vencer las elecciones si fuese
permitida la reelección en Uruguay, pues tiene más imagen positiva que
negativa. Algo que no ocurría en 2004, cuando el Frente Amplio por primera vez
venció y el gobierno del presidente de turno, el colorado Jorge Batlle, estaba
salpicado por la mayor crisis económica que tuvo Uruguay en las últimas
décadas. Eso sugiere que el Frente Amplio tendría un muy fuerte adversario en
las elecciones de 2029, es decir, el propio Lacalle Pou, y, si electo, Orsi
tendrá que hacer un gobierno muy bien evaluado para que el candidato del Frente
Amplio sea el favorito.
El cuarto es que ninguno de los dos candidatos
tendrá mayoría parlamentaria. Desde 2000 o el presidente frenteamplista tenía
mayoría absoluta (como máximo hubo empate entre gobierno y oposición en el
senado, más concretamente en el gobierno de Mujica entre 2010 y 2015) o los
partidos a su derecha que formaban el gobierno (Partido Nacional y Colorado entre
2000 y 2005 y Partido Nacional, Colorado y Cabildo Abierto en el actual período)
la tenían.


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