miércoles, 18 de febrero de 2015

VENDIENDO HUMO

Es evidente y natural que la muerte de un fiscal que había imputado a una presidente y a un ministro de Relaciones Exteriores haya causado conmoción y, principalmente, sorpresa en la sociedad argentina.

Lo difícil de aceptar es el rechazo en admitir la, con diferencia, principal hipótesis para la muerte de Alberto Nisman. Es decir, que el propio se quitó la vida.

El comportamiento de determinados políticos y medios de la Argentina en este caso es de un gran desdén a un concepto, el de la lógica. Pues esta indica que lo más probable es que hubo suicidio.

Los hechos de la investigación llevan casi todos a esta conclusión. No había ADN de otra persona que Nisman en el arma. El tiro que acabó con su vida fue a menos de 1 cm de su cabeza. La seguridad del edificio Le Parc hacía muy difícil que alguien hubiese entrado en su departamento. Y, algo que pocos comentan, si el arma usado fue el que tenía en su posesión (de manera totalmente irregular, pero este es otro tema), cómo un posible asesino podría saber que Nisman estaba con un arma y dónde él se lo guardaba para hacer uso de ella y matarlo. Lo que ocurre en 99% de los asesinatos es que el asesino usa su arma para llevarlos a cabo.

Lo único que no corrobora la tesis de suicidio es que no fue encontrado señales de pólvora en la mano de Nisman. Pero eso tampoco sirve para para alejar la tesis de suicidio. Puesto que es perfectamente posible, aunque no tan común, que no haya vestigios de pólvora en las manos de alguien que se suicidó con un arma.

Que Nisman se haya suicidado es algo que parece tan cierto que ni los medios más opositores al gobierno, y que tanto les gustaría que su muerte hubiese sido fruto de un asesinato, logran encontrar argumentos para lo contrario. Pero en su lugar hacen toda una serie de conjeturas, en su gran mayoría de naturaleza genérica, para, aunque tácitamente, achacar al gobierno su muerte.

La Marcha del Silencio promociada por algunos fiscales (entre los cuales unos con histórico poco abonador), adherida por la mayoría de los políticos opositores y alabada por los medios opositores, que está teniendo lugar hoy en Buenos Aires, con réplicas en otras ciudades de la Argentina, es, quizá, el principal ejemplo de este cobarde modo de hacerle oposición al gobierno. "Oficialmente", el argumento para la marcha es el recuerdo a Nisman y que su muerte sea aclarada. Pero todos saben que el contenido de ella anida en querer hacer creer a la sociedad que se puede considerar por descontado que Nisman fue asesinado (por esto el Yo Soy Nisman), que hay un gran riesgo de impunidad, que no habrá justicia para este caso y que estos mensajes tienen que, cueste lo que cueste, ser pasados a la gente, aunque de modo subliminar. Para hacerlo, claro, obvian lo que no tienen cómo contrastar con argumentos, los indicios de suicidio de Nisman.

Para colmo, cualquier especialista en derecho sabe que la denuncia de Nisman roza el mamarracho y que los motivos por los cuales el gobierno argentino habría querido cambiar el memorando con Irán y encumbrimiento de los culpables por la voladura de la AMIA por un tipo de petróleo que la Argentina ni lo usaría suena a lo patético. Es decir, aunque Nisman hubiese sido asesinado, la última posibilidad sería la de asesinato por responsabilidad del gobierno.

Ojalá el pueblo argentino tenga sabiduría para no dejarse llevar por toda la propaganda que pretende vender humo a respecto de la muerte de Nisman.

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