Si hay algo característico en las parejas – al menos en su gran mayoría – es el
compromiso de que cada componente no tenga relaciones carnales con otras
personas. Este acuerdo, entretanto, casi nunca es expreso. Se da por descontado
que la fidelidad es una obligación inherente a un noviazgo o a un matrimonio.
Pero, ¿será que el pacto tácito de fidelidad de una pareja es mejor o peor
para la felicidad de las personas? ¿Constituye esta un valor de veras
imprescindible para el sostenimiento y la armonía de una pareja?
Obviamente que para quienes tengan una visión religiosa del mundo la
fidelidad siempre será, al menos en la teoría, importante. Pues sus valores
están supeditados a una fuerza mayor y suprema, dios, que impone reglas que
deben ser obedecidas. Entre las cuales se encuentra el deber de fidelidad entre
hombres y mujeres.
Y para los que no tengan religión o aunque teniendo alguna filiación
religiosa no la ejercen, ¿será la fidelidad tan fundamental? De parte de la
gran mayoría de la gente, la respuesta ciertamente será un sí.
El motivo por el cual se considera tan importante la fidelidad adviene en
mucho de la costumbre (en parte fruto de sociedades, aunque secularizadas, aún
influenciadas por valores religiosos); de la supuesta tranquilidad que la
fidelidad genera para la manutención de la pareja; y de la idea de posesión que se
tiene de la pareja.
Cuando hablo de costumbre hablo de algo que las personas repiten o están
de acuerdo casi por osmosis, sin ni siquiera pensar el motivo por el cual lo están,
o por vergüenza de la reprobación moral de parte de las demás personas. Sobre tranquilidad, hablo de una especie de
barrera, la que supondría el impedimento de relaciones carnales con otro, para
que no haya un riesgo de ruptura de la pareja. Y cuando hablo de idea de posesión hablo de un imaginario rozando el egoísmo que significa querer que la
pareja, en términos carnales, sea solo suya.
Estos tres factores pueden existir de modo aislado. Pero, en general,
confluyen juntos. Uno justificando el otro, de modo inconsciente para la mayoría
de las personas.
Hoy día, pese a que uno no se identifique con los valores de la fidelidad,
aún es muy difícil abdicarla. Imaginen un hombre o una mujer proponiendo a su
pareja una relación liberal, en que haya la posibilidad de relación carnal con
otras personas. Solo el hecho de proponer esto podría generar una gran
desconfianza de la pareja.
Primero porque la fidelidad puede acarrear aburrimiento, el de estar siempre atrapado a la pareja en términos coitales. Poder tener sexo con otras personas podría hacer con que no disminuyesen las ganas de mantener la relación con la persona con quien haya más identificación sentimental. Segundo porque las desconfianzas que tanto dañan a muchas de las relaciones no tendrían motivo para existir, no habiendo el miedo a la traición sexual – sin pacto de fidelidad no hay traición sexual.
A pesar de que la ideología de la fidelidad sea muy fuerte, el continúo
avance de las mentalidades permitirá, en un futuro, distante o no, poner el
pacto tácito de fidelidad en jaque. Seguramente, cuando esto ocurra, las
personas serán más felices.
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